VII. No tengo miedo

agosto 04, 2009



Ciclo Imaginario de cine
“24 páginas por minuto”
o la literatura en el cine contemporaneo

Esta semana nos vamos con las pelis a Italia. Hasta la aldea de Acque Traverse, con la cámara de Gabriele Salvatores. Entre tanto uno de mis directores europeos actuales favoritos. “No tengo miedo” es una lectura de la novela del mismo nombre escrita por Niccolò Ammaniti y nos cuenta la historia de Michele, un niño de nueve años, creciendo en el verano más caluroso del siglo, 1978. Los campos de trigo: “Todo estaba cubierto de trigo. Las colinas, bajas, se sucedían como olas de un océano dorado. Hasta el horizonte trigo, cielo, grillos, sol y calor.
No tenía idea de cuanto calor hacía, uno a los nueve años, de grados centígrados entiende poco, pero sabía que no era normal.
Aquel maldito verano de 1978 se hizo famoso porque fue uno de los más calurosos del siglo. El calor entraba en las piedras, desmenuzaba la tierra, quemaba las plantas y mataba las bestias, encendía las casas. Cuando cogías los tomates en el huerto, estaban sin jugo y los calabacines pequeños y duros. El sol te quitaba el respiro, la fuerza, las ganas de jugar, todo.” La novela tiene dos planos narrativos bien definidos, por un lado están los adultos y por el otro los niños, dos interpretaciones del mundo, entre las que Ammaniti se mueve con una soltura asombrosa. La primera persona de la narración es capaz de describir plásticamente, con muchísimo humor y un detalle asombroso los paisajes, las situaciones, hasta llegar a construir una atmósfera enajenada. Completamente ajena a la paz de esta tierra de nadie, que podría estar en el campo de cualquier parte del mundo y que llega a rebalsar completamente la capacidad de entendimiento del protagonista.
Michele descubre entre las menudencias cotidianas de su pueblo a un niño, de su misma edad, encerrado en un hueco en la tierra del patio de una casa abandonada. Las posibilidades de ese hallazgo y de ese encuentro son completamente distintas a los nueve años. La prosa es una secuencia de imágenes vivas, en movimiento, en una cabeza inteligente y despierta, que sólo es capaz de comprender los acontecimientos dentro del marco que le han dado sus padres. Gente buena y sencilla, trabajadora y pobre, sin esperanza. Que ha optado por participar en un secuestro, como todos los adultos del pueblo.
Salvatores es tan fiel como puede al texto original. El director opta por un constante arriba y abajo en el enfoque de la cámara para acercar al espectador a la perspectiva desde la que se narran los acontecimientos y no tiene escrúpulos en mostrar la honestidad con la que los niños enfrentas sus miedos y/o su fantasía. La escena en la que Michele se decide a bajar al hueco, para ver qué oculta la manta de la que sale un pie es fascinante. Un fantasma, sucio y ciego, toma vida de pronto y le pregunta: “estoy muerto. ¿eres tu mi ángel de la guardia?” es conmovedora y el diálogo que se desarrolla podría parecer infantil sacado de contexto, pero en realidad hace referencia a un otro mucho más serio. ¿Cómo es posible qué, si somos cristianos, esto pueda ser posible? ¿Cómo es posible que los padres del fantasma no vayan a buscarlo? ¿Cómo es posible que hable un muerto? Cuando Michele se da cuenta que su secreto, no es un secreto, sino algo que ocultan los adultos. El miedo deja de tener sentido, porque el mundo deja de tener sentido. La autoridad pierde por completo su poder. Dios incluido.
Esta historia contada por Salvatores en 2002 y por Amaniti en 2001 habla de la violencia publica y privada y de su dimensión en la sociedad italiana. Actual, hoy todavía o sería mejor decir: hoy más que nunca. Vean y lean Gomorra, otra película-libro que se convertirá en un clásico de la era Berlusconi. La encarnación de El Padrino metro sexual del siglo XXI. De lejos y hasta ahora la etapa más oscura del país después del fascismo.

Dirección: Gabriele Salvatores
Guión: Niccolò Amaniti y Francesca Marciano
Artistas: Aitana Sánchez-Gijón, Dino Abbrescia, Giorgio Careccia, Giuseppe Cristiano, Mattia Di Pietro.
Italia, 2002

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