Soy una rebelde en Bengasi!

marzo 23, 2011


A los 16 años terminé en un colegio de quinta en el centro de la ciudad de La Paz y me pasó una cosa muy extraña. En realidad nos pasó a todos los que nos encontramos en el San Patricio el 93. No sé si alguien más se acuerda, pero ahí estaba el profesor de historia. Ya no sé su nombre, tampoco puedo decir que me haya caído particularmente bien. Era un señor gordo y bajito, muy blanco, que se ponía rojo hasta el morado y de vez en cuando tenía ataques de gritos.
Nunca olvidare su introducción a la geopolítica a partir de la guerra de Yom Kipur. Quizá porque era la primera vez que en la escuela me hablaban de países tan lejanos, aunque lo más probable es que lo que me haya marcado fuera que, la misma persona que afirmaba no creer en dios, incluyera en su análisis de cuadros una tabla de verdad tan implacable. Casi fanática, que yo sólo conocía de los curas. Así había resuelto él ideológicamente su posición moral frente al ejercicio de la violencia. Porque en su opinión, era fundamental que a partir de la propia conciencia se respondiera a la necesidad de decidir sobre la vida de los otros. En el fondo en eso consistía ser de derecha o de izquierda y tarde o temprano la historia siempre nos pone ante la disyuntiva de tener que decidir. Entonces hay que tener una opinión y ser valientes.
Recién ahora soy consciente de que esa fue mi modesta introducción a Sartre y personalmente no creo que sea posible abrazar ninguna corriente coerentemente, sin elaborar una tabla de verdad consecuente con nuestra conciencia. Libertad, igualdad, fraternidad esas siguen siendo las palabras que mejor definen la conciencia colectiva de la comunidad imaginara a la que pertenezco y que aspira, según yo entiendo, a que se juzgue con ecuanimidad. Eso es para mi ser de izquierda en pleno siglo XXI. Para mi la revolución consiste en crear un marco legal que se respete y que garantice una convivencia armoniosa. Toda ideología incluye una doctrina. Una armazón que la va refiriendo a sus antecesoras, hasta el principio de los tiempos. Yo creo en la justicia y en el derecho a la vida y a la autodeterminación del sujeto.
¿Por eso soy de izquierda? Si, yo creo que sí. Porque a estas alturas por encima de mi fe en el sujeto, no hay ni un dios ni una patria ni un sexo ni chinga su madre. Soy de izquierda porque creo que el ser humano es libre y que su dignidad es inalienable y pienso que el bienestar de las personas en general, debe ser más importante que los beneficios individuales. Así pués, justifico el uso de la violencia en determinadas ocasiones, porque soy capaz de reconocer en el tiempo, que hay luchas que sólo pueden ganarse con las armas y creo como Sartre que, más allá de que las ideas que acompañan muchas de las decisiones de instituciones como las Naciones Unidas sean imperialistas, osea más allá de que sean capitalistas, ejemonistas y burguesas, las intenciones con las que fueron creadas dichas instituciones no son asesinas. Todo lo contrario, surgen de la necesidad de organizar al mundo frente a la amenaza del nazismo. Al menos en teoría y aunque desde su fundación la ONU no haya sido todo lo eficaz que debiera, quiero creer que la Guerra de Irak de 2003 también aquí marcó un hito.
Quiero creer que fue el principio de un cambio del orden en el mundo, de un giro importante en la historia de la administración de la sociedad de naciones. La razón por la que un Barak Obama es posible, fue porque un Busch Jr marchó contra Sadam, en contra del propio pueblo irakí y sin el respaldo de las Naciones Unidas. La Guerra de Irak fue producto del abuso de poder y según las leyes internacionales y los convenios que han firmado 192 naciones en el mundo, es posible que algún día Georg Busch Jr tenga que enfrentarse a un tribunal internacional.
Aunque suene anecdotico, podemos juzgarlo. Al menos hemos conseguido un marco de referencia, que nos permite decidir en común sobre lo que consideramos que es justo. De nosotros depende exigir que se cumplan las leyes. A eso debería aspirar el arbitraje y es precisamente eso lo que intenta conseguir el escudo aéreo sobre Libia. No invadir el país.
Según yo entiendo, la izquierda debería luchar para que se establezcan condiciones justas y claras de convivencia entre las personas. La verdadera revolución es dejar de defender las prerrogativas económicas de los fuertes y apoyar en cambio la libertad de la gente. Un gobierno que tiene que atacar a su propia población con el ejercito para sostenerse en el poder, no es es un gobierno legítimo y yo no entiendo a la izquierda occidental actualmente. En realidad empiezo a preguntarme si soy de izquierda realmente.
Me siento más bien como una extraterrestre y la idea de que el socialismo del siglo XXI esté dispuesto a darle asilo político a Gaddafi, hace que se me paren los pelos de punta. Porque para mi es igual a declarar abiertamente su adhesión al totalitarismo. No es más que un gesto simbólico de respeto a la verticalidad, a la brutalidad, a la intrancigencia que conocemos los pueblos latinoamericanos de los milicos. Sólo Pinochet fue capaz de soltar a los aviones contra su propia gente y quién entiende a Izquierda Unida en España o la reacción en Alemania. Quién entiende a todos los intelectuales que estuvieron viendo las fotos del desastre del Japón mientras llegaban los sicarios a Libia, pensando exclusivamente en su futuro artificialmente ecológico a 200 años plazo. ¿Cuántos muertos puede soportar la voluntad humana?
En Europa sabemos que en Libia, Gaddafi está asesinando a su gente. El Mediterráneo es un pañuelo. Las patrullas navales de la Unión Europea hacen horas extras en las costas italianas hace meses. Quiero que alguien me explique en este momento: ¿cuál es la diferencia entre un inmigrante ilegal y un refugiado de guerra? Porque no la entiendo y no entiendo a la izquierda alemana. Es esquizofrénica o liviana o demasiado concienciada con el medio ambiente, tanto que es incapaz de reaccionar ahora, en este instante ante la barbarie, como si no conociera su propia historia. En Berlín le doy la razón a Joschka Fischer, líder histórico de los verdes, que dijo ayer lo que deberían haber dicho todos los que se dicen así mismos de izquierda, más allá de los matices ideológicos: „No es posible festejar la revolución egipcia y abstenerse en Libia“. ¿Cuantos muertos puede soportar la voluntad humana?
A veces cuando en Berlín, sentada en mi cocina escucho las noticias de mi país, siento miedo. Al menos por la angustia que me transmiten las voces en la radio, a veces pienso que es posible que llegue el momento en el que seamos capaces de romper el pacto tácito que nos mantiene unidos a pesar de todas nuestras diferencias. Entonces dudo más que nunca si soy, como yo considero, efectivamente una boliviana de izquierda. Ya que la verdad es que si las cosas se ponen feas, yo sería la primera en pedir que nos intervengan, que nos detengan, que nos impidan hacernos daño mutuamente. En realidad el principal problema ético que tengo con el gobierno revolucionario del MAS en Bolivia es que en mi opinión, no garantiza ni quiere garantizar condiciones legales claras de convivencia, prefiere el uso de la autoridad, y yo creo en el cambio si, pero ante la primera evidencia del asesinato, espero que las personas que creen efectivamente en la igualdad entre los seres humanos, estén dispuestas a matar si es necesario, por conseguir que se mantenga la democracia y se respeten los derechos humanos de todos los ciudadanos.
Frente al totalitarismo y a la brutalidad, ahora sólo puedo decir lo que pienso de los milicos en los años setenta en mi país o lo que siento cuando leo sobre los nazis, los facistas: ¡Nunca más! Mi solidaridad sigue estando del lado de los que luchan por la libertad. Soy una rebelde en Bengasi y ¡Gaddafi no pasara! Para mi eso es La Internacional, sino la izquierda como una alternativa global pierde por completo su sentido.

Imagen extraida de:http://www.terra.com.co/noticias/articulo/html/acu40624-miles-de-personas-huyen-de-bengasi-bastion-rebelde-en-libia.htm
 
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