El camino

julio 29, 2010



a todos mis amigos

27 de julio, este año ha caído martes. Hace exactamente trece años vivo en Berlín. Pienso en eso desde hace días. Esta fecha es uno de mis no cumpleaños favorito. Una efemérides, el día de mi santo. En google encuentro 22 posibilidades. Si fuera creyente, cuando piense en un seudónimo debería tener en cuenta nombres como Antusa, Bartoldo o Celestino. Aunque el oficial es Pantaleón, un santo del mil trecientos que murió en el martirio. Su nombre es griego y significa „hombre que domina todo lo escrito“. Así que nada, por qué no? Rery Pantaleona. Esa soy yo y me animo. Me animo a escribir esta carta abierta para nadie.
La primera vez que leí un cuento de Borges tenía 18 años. Sigo teniendo el libro, los libros: los dos tomos de las obras completas publicados por EMECE el 89. Amo estos libros y desde que los tengo nunca me he desprendido de ellos, no se los he prestado a nadie, por no molestar ni si quiera se los muestro a nadie. Las veces que he tenido que huir, han sido lo primero en meterse a la mochila. Son tan míos que cuando en la realidad no se más para donde tirar y necesito volver a mi casa para mirarme al espejo, muchas veces basta con ir hasta la estantería. Sin Gorgie no existiría Pantaleona, esta odisea ha sido pensada en el espejo de los enigmas y se ha convertido en el remix modesto de los viajes de Gulliver, con un ritmo clásico de novela negra.
Me inquieta de 2010 que es un número redondo. Contundente. El cierre de la primera década del siglo XXI. Tengo el presentimiento de que a partir del año que viene mi historia será definitivamente una historia del siglo pasado. Cada vez que levanto la vista del teclado mis ojos se topan con el tomo que tengo de „Bolivia en el primer centenario de su independencia“. Por las dimensiones del volumen y su peso, una se da cuenta de los delirios de grandeza de una sociedad en medio de sus 25 minutos de gloria. La soberbia de los grillos que creían en la civilización, empastada en cuero repujado, impresa en el mejor papel. Tengo este libro desde 2005. 1 de mil ejemplares. Ser la orgullosa propietaria de este pedazo de historia de cinco kilos, me ha obligado con el tiempo a asumir una condición de sedentarismo precario. Desde 2008 el objetivo es no acumular mas de un metro cúbico de propiedad. Lo mínimo para que valga la pena un traslado en barco, los cuatrocientos euros que siempre podré conseguir prestados. En las sumas y restas de la cábala (ojo que no soy ni mucho menos una experta) 2010 es un año doce. O sea del apostolado y la divulgación. El número trece por sí mismo, significa que será un año de muerte y nacimiento, cambio total y transformación. También es el número de los comensales de la última cena.
Hago esta asociación porque en diciembre cumplí 33 años, entonces y seguramente porque una enferma mental hizo rodar al Papa en la Misa de Gallo se me ocurrió el chiste de que había llegado a la sabia edad de Cristo, es decir al momento de crucificarme y el Flaco me contestó desde La Paz comprensivo. Estaba en Madrid. Era la primera vez que volvía a esa ciudad desde 2005. 2005 fue un año 7, el del triunfo con guerras y luchas, dolor y amarguras, exactamente. Al recordarlo en 2009 no pude contener las lágrimas. Aquella fue mi última despedida y bebí hasta el coma en Lavapies, hasta poner perdida la casa de una amiga, hasta la sordidez y el llanto y el vómito. Era el final de un año 11, teóricamente favorecido por la ley divina. Los puestos de periódico vendían por cinco euros una reedición de La Revolución Permanente, Trotsky estaba como nunca de moda.
Yo nací en un año 9, número que rige además la novena esfera, la del sexo y la transmutación sexual. Comencé a usar bigote en 2009, antes de saber esto. El libro o la idea en la que trabajo hace años trata precisamente de este tema. Es el intento de conseguir un autorretrato. La mujer detrás de la mujer que soñaba ser una mujer y por qué la literatura masculina me ha impresionado tanto. Empecé a pensar en él en 2007, otro año 9 marcado por la soledad y la tristeza. Cuando conseguí trabajo como cuidadora en una muestra de arte en Postdamer Platz.
Se trataba de la venta solapada de los fondos de una de las galerías de arte más importantes de Alemania. Su principal atracción eran algunos cuadros de la obra erótica de Georg Grosch. Los turnos eran de doce horas. Habían dos tipos de empleados, los artistas frustrados a los que los turistas podían hacerles preguntas y los fisicoculturistas que se encargaban de la seguridad y de torturar a los otros. Era verano, la vista obligatoriamente tenía que perderse por horas en algún cuadro, todos los cuadros eran expresionistas, el peso eran los años entre las guerras y el trabajo posterior de varios sobrevivientes. Mucho dolor, ironía, sarcasmo,sadismo, belleza y en las pausas la única esquina tranquila, estaba debajo de una torre de vigilancia de la RDA, olvidada por los turistas en la Erner Berger Str. Ahí conocí a Bataille, leí a Bakunin, me encontré con Jörg Fauser y empecé a vivir en la fiebre y con la fuerza de todas las noches un poema.
Las ideas que acompañaran este 27 julio terminaron de formarse ahí, la efemérides me ha pillado trabajando por primera vez en algo que me gusta. Este 2010 de muerte y transformación me ha demostrado que Rudi Dutschcke tenía razón y que la revolución sólo puede ser individual. Los verdaderos locos son aquellos que nunca ponen en duda su vida, aquellos que no arriesgan ni un ápice el cotidiano. Yo en cambio vivo en la ficción, no tengo un duro, pero no me importa. Gracias a Georgie sé que todo lo que sucede tiene una razón de ser secreta. Mística. Yo simplemente sigo mi camino.
 
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