La Comunidad

febrero 08, 2010


Sin artículo la palabra en su primera acepción significa: compartir algo en común con un número indeterminado de personas. En su segunda acepción, la de “conjunto de personas de un pueblo, región o nación", se recalca la posible connotación de grupo cerrado, procedente de un lugar determinado y delimitado por gente de al menos otra comunidad. Seguramente por eso, cuando hablamos de los distintos grupos de residentes de otros países en el nuestro, usamos esa palabra.
Son islas culturales en medio de un otro. Es el denominativo políticamente correcto para hablar en grande de los gethos o de los pueblos diminutos, de las asociaciones de vecinos, llenos de viejas chismosas, a la casa de acontecimientos. Todos los idiomas tienen su revista Hola, su Bunte. Sus putos enanos de jardín.
En los años de extranjería he aprendido que la palabra sólo empieza a interesarme en la sexta acepción. La que recalca eso de “junta o congregación de personas que viven unidas bajo ciertas constituciones y reglas, como los conventos, colegios, etc.”, que es la que quizás contenga la esencia universal del termino, la necesidad de vivir con otros y también la más cooperativista. Las constituciones y las reglas fijas hacen posible un marco de preceptos dentro de los cuales pueden producirse biotopos. Islas culturales, círculos autónomos, conjuntos formados por individuos con ideas y hábitos comunes, distintos a los de la mayoría. Con sustantivos como “junta” o “constituciones” esta acepción de la Real Academia también se refiere a la organización cívica, más allá de la procedencia del sujeto.
Es la que le da la posibilidad a la persona de escoger si quiere vivir en una comuna o en "la comunidad" de esa película genial de Alex de la Iglesia. A la larga una simple diferencia en el gusto colectivo, que hace que al individuo en ocasiones no le quede otra que convertirse en un friki.

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