Camilleri, el escritor de crímis italiano, dice por la radio que Italia se ha convertido en una tragedia cómica. Berlusconi ha convertido a la inmigración “ilegal” en un delito. Italia no quiere ser un país multiétnico y ha convertido el problema en una razón de Estado. Barcos militares patrullan las costas para obligar a los balseros a volver a África, con el silencio complice del Parlamento Europeo y la mirada envidiosa de paises como España, que planea medidas similares.
Berlusconi encarna el cinismo de un fascista metro sexual, propietario de hasta la editorial que imprime los libros de escuela.
En los doce años que vivo en Berlín he conocido a muchos exilados italianos. Nadie los persigue, pero la política en su país les da tanto asco, que prefieren vivir como puedan en Berlín, antes que mancarse la mierda de vida que tendrían con los fachos y las modelos tetonas. Yo los entiendo, comparto su profunda vergüenza ajena.
Supongo que es la misma que sentía cuando llegué a aquí el 97. En Bolivia acabábamos de elegir al General Banzer democráticamente. Así que sé en carne propia, que es sentir desprecio por el lugar del que una viene. Asco y punto, sangre en la cara.
La rabia que me da todavía caminar por Tarija y que no haya un cine. Ni un puto cine y en cambio un montón de Magnificas. La cultura de la corrupción, las rubias teñidas y los autos caros. Berlusconi es otro que por no querer ser multicultural se ha olvidado de su propia cultura, de su religión y de todo aquello que hace que en realidad sea un italiano occidental del siglo XXI.
Estamos dejando que el paradigma de Unitet Colors of Benetton, es decir los valores de la ilustración, la idea de un mundo igualitario y multicolor, basado en la educación, en el que todos seamos ciudadanos, se pierda en la ignorancia publicitaria de los Naerdentales, otra vez.
Escuche en Hora 25 Global de Cadena Ser lo mal que se están poniendo las cosas en Europa.
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