Bolis Nomás

febrero 12, 2008


Me levanté pensando que hace dos días contesté al artículo de Carmen Abaroa, una poeta aymara de mi país, “Domesticando a Latinoamérica” en un foro de Internet. La verdad es que casi nunca hago este tipo de cosas, veo los foros y las revistas, leo los blogs, pero hay algo en mí, que me hace ser poco participativa. Creo que el Internet hasta el momento me ha servido más para aprender que para comunicar y francamente en todos estos años en línea, he desarrollado totalmente mi lado voyeur, pero no he aprendido a chatear ni a mandar mails.
Soy disléxica, cortante en el intercambio y además me despisto. Mis maneras on line dejan mucho que desear, tengo testigos, y por otro lado cuando leo un nombre que me interesa, abro una ventanita paralela, busco en google y después otra ventanita y así, sigo, hasta que tres semanas después me doy cuenta que llevo dos días pensando en la guerra del chaco o en sadomasoquismo y que me he salido por completo del tema. Es más, que ya ni sé cual era el tema. En Internet yo voy de despiste total en despiste total como una cría y solo rebuscando entre mis favoritos vuelvo al carril.
Así pues, prefiero no meterme y me imagino que lo que me movió a interpelar a Carmen, más que su artículo, fue el hecho de sentirme personalmente agredida. No por algo que ella hubiera dicho hacia mí o hacia alguien en particular, sino por las ideas que están detrás o que yo creo reconocer detrás de las palabras que usa. Nunca se sabe, no la conozco, no quiero afirmar nada.
Es sólo que en mi país se ha hecho patente un discurso racial que pone en tela de juicio su propia existencia y esto, sumado a que Evo Morales se ha hecho mundialmente famoso, me obliga una ves si y otra también a definirme culturalmente, racialmente, personalmente en casi cualquier fiesta, ante cualquier recién conocido y varias veces al día, cuando leo las noticias.
Es un momento en el que cualquiera se siente en el derecho y más aún en la obligación de dar su opinión al respecto y afectivamente la cosa se complica para mí, me pongo susceptible.
Yo sólo sé que estoy lejos, que extraño y que cada vez vuelvo a mi depto pensando en quién soy, de donde vengo, a donde voy, si soy de izquierda o de derecha, si soy racista, etc., etc. Me conflictuo, al extremo de ni si quiera ser capaz de poderme alegrar por el giro socialista que ha dado el país y de llegar a pensar, en los momentos de máxima desesperación, si en un acto de limpieza mental no debería intentar nacionalizarme suiza, para evitar este small tallk hamletiano y para dejar a los verdaderos indios, por un lado, y a los verdaderos N. N. de la media luna, por el otro, que desarmen el país y que se jodan.
Total yo además de ser un caos estoy lejos, pero la cosa es que pertenezco a la especie de los Karaschapacos, como hay otros que son Cholos, Cambakaras, Cambacollas y seguramente habrá los que son Cambachapacos. En suma, a una etnia más de la raza de los llámeme como a usted mejor le parezca que no está reconocida en ningún catálogo boliviano de colores actual, pero que tiene pasaporte o sea que comparte el karma y lentamente se está quedando sin gentilicio.
Mi cultura es mutante, bastarda, entre occidental, asiática e indo americana, es decir un menjunje y allá los puristas, de uno y otro bando, si no quieren enterarse ni reconocer el pasado común de los pueblos dentro del territorio boliviano. Ese que ha hecho posible que mi cultura exista y que queriendo o no, hay que reconocer que no siempre ha jugado un papel la intención, ha hecho posible que subsistan otras culturas.
La historia de los de mi pueblo empieza alrededor de 1800 con los movimientos republicanos. En el territorio que por entonces ocupaba la Audiencia de Charcas. Un lugar inmenso, más de dos millones de kilómetros cuadrados, para una población de medio millón de personas. Los de nuestra especie fueron procreándose sin llamar demasiado la atención y habitaron sobre todo los arrabales de las pequeñas ciudades de paso, que hacían posible el viaje entre Lima y el río de la plata, entre Holanda y Potosí.
En 1825 los primeros mutantes lograron organizarse, se camuflaron y fundaron con los N.N. un parlamento. Todos juntos le dieron al experimento el nombre de República de Bolívar y en grupo intentaron dar un paso hacia la modernidad. Si les fue o no posible conseguirlo, es algo sobre lo que discuten aún hoy los expertos. Solo queda insistir en que no hay constancia de leyes darvinianas que promuevan exterminios étnicos, lo que para la época y con el ejemplo de otras repúblicas vecinas, es raro y digno de alabar.
Quizá se deba a que los llámeme como a usted mejor le parezca somos urbanos sobre todas las cosas y siempre fuimos pocos. Eso es perfectamente posible, pero lo cierto es que nuestro primer presidente fue un cholo, el Mariscal Andrés de Santa Cruz y como él, creo yo, todos sabemos que somos hijos de la casualidad y del instinto, productos de la ansiedad y el desvarío, por eso nuestra fiesta nacional es el carnaval. A estas alturas y al respecto nadie tiene ninguna duda, no se pueden negar nuestros orígenes violentos. Es algo que se nota en el caos de nuestra arquitectura y en la sangre que derraman nuestras iglesias, también en películas recientes como “quien mató a la llamita blanca” o en novelas como “Estaba borracho, pero me acuerdo”.
Por nuestras tierras han pasado alemanes, libaneses, judíos, japoneses, algún que otro croata y recientemente chinos y coreanos en transito. Gente de todo el mundo, un sin f in de almas descarriadas y seríamos completamente brutos si nuestra sensibilidad no estuviera marcada por la naturaleza e influida por el contacto directo con las otras culturas que ya entonces, y desde mucho antes de que mi pueblo se constituyera en un pueblo, habitan el territorio.
La convivencia con ellas es lo que nos ha proporcionado raíces y ese intercambio fue y es, aún a pesar de estar marcado por el miedo y la ignorancia, una razón de peso para que los llámeme como a usted mejor le parezca en determinados momentos se masacren sin miramientos, con tal de dar algunos pasitos de ciego en lo que los más progresistas consideraban y consideran la evolución.
Tanto es así que hemos tenido una guerra civil y una revolución nacional sin perder ni una sola de las ciudades que fueron desde el principio importantes para nuestra historia y eso a pesar de habernos convertido en nación en 1952, siguiendo el consejo de un pensador cholo como Tamayo e incluyendo definitivamente a las otras culturas que ocupaban el territorio en la vida política del país, imponiendo el servicio militar, nacionalizando empresas, rompiendo con el latifundio y fundando escuelas, aunque todo esto en la medida de nuestras posibilidades, humanas y materiales.
En honor a la verdad hay que decir que los mutantes no somos un pueblo que brille por sus luces y peor aún, la historia más reciente nos dice que muchos de nosotros son además de estúpidos, piratas. En resumidas cuentas, muñecos de la peor calaña, sin duda y sin embargo, me cuesta creer que tanto muerto y tanto libro hayan tenido como único fin gravar en la cabeza de hasta el último boli el lema de “el mar es un derecho, recuperarlo es un deber”, porque sí. Sin ningún fin y sin ninguna otra consecuencia.
En su defensa habría que decir que Bolivia es rara. Sobra con echar una mirada para darse cuenta de que en La Paz, a diferencia de lo que ocurre en todas las otras capitales andinas, la gente camina por la calle vestida como quiere y habla el idioma que mejor le parezca, esto desde siempre y sin que nadie pueda oponerse. Esta peculiaridad que hace de Bolivia algo tan autentico, según los turistas de todos los tiempos, se ha extendió a prácticamente todos los centros urbanos existentes en los últimos 50 años. En la actualidad y desde que se fundara el Estado Boliviano, allá por 1986, la mayoría de los llámeme como a usted mejor le parezca en todas sus variantes, aymaras, quechuas, guaraníes y todos los otros pueblos incluidos en la jurisprudencia del Estado boliviano son urbanos, la mayor parte es menor de 40 años, toma coca cola y tiene un porcentaje mayor o menor de sangre mutante. Me atrevería decir, mucho me temo, que 7 de los 9 millones de almas en el lugar está contaminado, si no 8. Así pues el Duo Dinámico Morales – García Linera no es un accidente.
Visto esto, considerándolo y teniendo en cuenta que más allá de las apariencias la mayoría de los llámeme como a usted mejor le parezca en todas sus variantes, aymaras, quechuas, guaraníes y todos los otros pueblos incluidos en la jurisprudencia del Estado boliviano son pacíficos, lo mejor sería que nuestro siguiente paso en la evolución fuera montar una confederación al mejor estilo de Star Wars, todos podemos ver las películas y hacerlo retomando el contacto con los dos millones de llámeme como a usted mejor le parezca, aymaras, quechuas, guaraníes y todos los otros pueblos incluidos, etc., etc., que están dando vueltas por el mundo, mandan plata, se preocupan y están a un tris de quedarse sin gentilicio.
Puestos a revolucionar, deberíamos intentar fundar todos juntos y en directo, por conexión satelital, algo así como el imperio humanista de los bolis, total por delirar y deberíamos cambiarnos el nombre de llámeme como a usted mejor le parezca en todas sus variantes, aymaras, quechuas, guaraníes y todos los otros pueblos incluidos en la jurisprudencia del Estado boliviano a algo así como Confederación Mutante de los Pueblos Libres de Bolivia y convertirnos en Bolis nomás.

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